Capítulo XXXII - Partidas

La fina llovizna barre impiadosamente el silencioso bosque, reflejando en sus grises tonos la escasa luz de la pálida mañana. Por el antiguo y hollado camino que lleva a la gran muralla, una oscura silueta montada surge de la espesura y se dirige, chapoteando entre los charcos, al extrañamente desierto mercado cercano al save principal del verde reino.

El guerrero detiene su montura bajo el precario techo que protege a los comerciantes, y baja de un salto, sacudiéndose el agua acumulada en sus rojos cabellos. Estira su espalda con un quejido y saluda familiarmente a la joven vendedora, mientras comienza a sacar de su bolso una infinidad de objetos, que va depositando sobre el mostrador.

- Viarita - sonríe
- Luca
- ¿Como va?
- Todo tranqui che.

La pila del botín crece, salpicando el suelo con la sangre de las pieles de león aplastadas entre las rocas de golem, irreconocibles restos de reptil y quebradas carcasas de escarabajos gigantes.

- Veintisiete, veintiocho...  ah... y un ojo de Satarco - resopla el bárbaro, depositando en la mano de la joven un acuoso y solitario bulbo ocular, que la misma toma con recelo.
- A ver... - responde, mientras hace ràpidos calculos mentales - te puedo dar 20k, te va ?
- Y dale - se resigna Luca. - Ah... mirá, se me descosió acá el guante - agrega mientras le pasa la sucia y gastada prenda, que la vendedora observa por un instante, mientras saca de su delantal una aguja, y tras un par de precisas puntadas, le devuelve.
- Listo, serían 45k
- Y bué - replica el pelirrojo, rebuscando en su bolsa. - ¿ Los pibes los viste ? ¿Andaba alguno por acá ? ¿En que andan?

Viara desvía la vista, repentinamente seria, surcado su bello rostro por una sombra de dolor.

- Andaba Ricota por Stone, creo...

Herbred. Piedra y madera. Sólido bastión en la verde pradera. A lo lejos, los brillos del río, el sinuoso camino que lleva al Puente Blanco, y a la guerra. En lo alto de la torre, Luca divisa la erquida figura de Sir Ricotero, compañero de inumerables batallas, decano cazador de los Centinelas Nocturnos. Extrañado, sube en su busca.

- Ricota - lo saluda, parandose a su lado. El arquero contempla ensimismado la lontananza, con un extraña expresión en su severo rostro bañado por la tenue llovizna.
- Colores - contesta lacónico.
- ¿Que pasa? - dice Luca, esforzando la vista en la distancia - ¿Vienen?
- Na, tan todos peteando en los puentes.- suspira su amigo.
- ¿Che, y los pibes? ¿Leveando ?

La inesperada y sorprendente Aqh - Tuah, manifestación del supremo poder de Nuestro Gran Desarrollador en el mundo,  había impactado profundamente en la vida de sus habitantes. La posibilidad, o mejor dicho, la necesidad de tener que volver a levear, y los misteriosos rumores sobre nuevas disciplinas, habían trastornado totalmente la cotidiana y eterna batalla que unía en sus destino a los tres rivales reinos. Un afán desmedido por subir rápidamente de nivel, sumado a los reclamos oficiales de cumplir una cuota de muertes enemigas por día, habían relegado la estrategia, la disciplina, y hasta el compañerismo a un segundo plano, sepultados por el individualismo y la codicia.

- ¿Rich? ¿Mostaza? ¿Joa? - Inquiere el bárbaro. Ricotero se vuelve bruscamente, un gesto de amargura y dolor en sus facciones.
- ¿No sabes lo de Joa? - dolido se atraganta al preguntar.
- Nop, ¿Que pasa ?

El arquero toma aire, apoyando ambas manos en le parapeto de la torre. Con la mirada fija en el lejano y rumoroso río, prosigue.

- Lo borraron... se fué... - cierra los ojos - se fué para siempre.

Luca recibe la noticia como un mazazo en el estómago. En un instante le vienen a la mente una sucesión de imágenes que lo sumen en la congoja.

Recuerda aquellas largas noches en Samal, resistiendo tenazmente el fuerte , tan solo por el mero placer de la batalla. Cacerías en las playas de menirah, excursiones a los fiordos de Imperia, la fugaz toma de la torre de Birka, en medio de la excitación de las primeras invasiones.

- Pero... - balbucea - ¿Por qué ? - Borrado. La muerte definitiva, más allá de cualquier posible resurrección, más alla de cualquier conjuro de salud y vida.
- No sé. - se lamenta el cazador. - Algo pasa. No es el solo... - se detiene, y mira con brillantes ojos al abatido guerrero.
- ¿Hay más ? - se sorprende
- Si.

Luca baja la cabeza apabullado
- ¿Quien?
- Ame

Amelie. Su breve figura y su sonrisa. Su valor de curadora, siempre atenta al herido y al caido. Perdida. Luca apreta sus dientes.

- El Topo

El Topo Gigio. Brujo letal y arriesgado. Siempre en primera fila del combate, implacable en ataques relámpago, impartiendo terror a sus enemigos.

- Pero... ¿Por qué? - solloza Luca.

¿Por que un Ush - Er, aquel ser superior de otro plano, que comandaba los destinos de los habitantes de este mundo, habría de tomar tal funesta determinación, de acabar con la vida de aquel que había creado?
¿Donde iban a parar ahora, todas sus experiencias, recuerdos, emociones de aquel que había hollado sin descanso los caminos siguiendo su ignota voluntad?

- No sé. - murmura - no se la bancaron... bajón. Pero siempre estarán en nuestros corazones, y quizàs, quien sabe, en algún Vaqh-Aph - concluye, refiriendose a un supuesto limbo donde perduraban las cosas desaparecidas, y podían, por desiginio de algún Adh-Minh, volver algun día.

Luca medita, esforzando su magra inteligencia, sobre la racha de malas nuevas que lo ha dejado anonadado.
¿Sería su Ush-Er capaz de hacer lo mismo con él ?
¿Destruirlo para siempre, borrando toda huella de su paso por el mundo ?

Alza los humedos ojos contemplando el gris y lluvioso cielo.
Piensa en sus compañeros, idos para siempre, y un triste lamento, surge de sus labios.

- La puta madre...