Luca

Luca es un Bárbaro del reino de Syrtis, en el mágico mundo virtual del juego Regnum On Line, de la empresa argentina NGD Studios.

Luca odia su rojo pelo, y este es el relato de sus aventuras en clave de humor.

(habilité los comentarios anónimos, así que escriban sin miedo... )

Capítulo XII: La hora del Té

Luca balancea impotente su roja cabeza, abrumado su espíritu por la cruda realidad que se cierne sobre su antaño bravío reino, preso hoy en las crueles garras del vil comercio. De pronto, ve esperanzado pasar a su lado la digna estampa de dos bravos luchadores de su clan, los Centinelas Nocturnos. Acompasando su marcha a la de ellos, los saluda afectuosamente.

- Hola petes. – Mas, por sorpresa, ninguna respuesta obtiene, inmutables continúan su camino

– Ey…che… Ricota, Ling…

Silencio. Luca comienza a impacientarse. Se para enfrente de ambos, y les increpa – Che loco, ¿no me escuchan?

- Ni te gastes – reluciente en su armadura, un robusto caballero se detiene a su lado, con un inocultable gesto de enojo. – A mi ya me rompieron las pelotas con eso. Cuando están así, no te dan ni bola…

Luca observa detenidamente a sus compañeros, notando recién entonces un extraño comportamiento. Los dos permanecen callados, con la mirada perdida, los ojos enrojecidos, dilatadas las pupilas. De tanto en tanto, vuelven simultáneamente la mirada hacia un lado, luego hacia el otro, siempre al mismo tiempo, como escuchando algo en el interior de sus cabezas. Súbitamente, estallan al unísono en una risa, y parten juntos en veloz carrera.

- ¿Y a estos que carajo les pasa? – Luca no sale de su asombro.
- Y si… quedan asi, en otro mundo, no te dan bola… - el caballero mira pensativo a los que se alejan.
- A mi me quisieron hacer tomar también, pero no quise, me fui a la mierda…me fui del clan y todo… -
- ¿Hacer tomar?¿Hacer tomar que? – Luca esfuerza sus 54 de inteligencia tratando de entender de que habla su interlocutor.
- El té.
- ¿Té?¿Que té?
-El té ese que toman… ¿vos no sabías nada?

Luca recuerda entonces algo que le había sucedido hace ya mucho tiempo, en los días de su más tierna petez. Recién llegado de la isla, había recorrido con asombrados ojos, las lujosas calles de la capital del reino, la nunca hollada por pisadas enemigas, la ciudad de Físgael. Comparado con la pequeña aldea, todo era aquí, novedad y maravilla. Aún con la respiración agitada por la carrera desde el teleportador (el rudo bárbaro no puede evitar un sonrisa al recordar el miedo que le dieron esos diminutos golems que lo atacaron), lo habían llevado finalmente sus pasos hasta el imponente palacio.

A ambos lados del ornamentado frente, brillando blancas al sol, las majestuosas escalinatas, se le asemejaban la gloriosa entrada a un mundo nuevo y misterioso. Luca había ascendido emocionado, contemplando atónito el paisaje. Gozaban sus ojos admirando la clara ciudad, la extensa pradera, a lo lejos, recortada contra el límpido cielo, la ominosa silueta del monte Goblin.
De pronto, algo había llamado su atención. Una mancha roja, en medio del verde, detuvo el recorrido de su mirada. A la sombra de un enorme árbol, a la vera misma de la ciudad, un brillante y rojo hongo, se destacaba en el mullido césped. Nunca había visto algo así, y por alguna extraña razón, se sintió atraído. De pronto una carcajada a su espaldas, lo había echo volverse avergonzado. Dos magos de alto level lo contemplaban divertidos.

- Aflojá un poco pibe, que soy muy pete todavía. – le había dicho uno.
- Que barbaridá… cada vez empiezan más chicos con el té ese, che… – había suspirado el otro.

Aún sin entender muy bien de que hablaban, el novato guerrero había escapado a la carrera. Después de ese día, había tratado de evitar ese lugar, y ya no había vuelto a pensar en el extraño acontecimiento.

Luca corre atrás de sus compañeros de clan. Se han sumado al grupo varios centinelas más y todos se dirigen a la casa al lado del mercado. Apoyando su túnica contra la puerta, Richox, el experimentado conjurador, golpea suavemente la puerta. Maravillado, el bárbaro ve por primera vez en toda su estadía en la zona de guerra, abrirse la entrada de esa habitación, siempre bloqueada, y a sus compañeros comenzar a ingresar en un veloz y discreto movimiento.

Embestida. Retorno. Luca corre hacía el grupo, lanzado en ciega carrera y logra alcanzarlos apenas un instante antes de que desaparezcan, entrando justo atrás de Tuor, y escucha inquieto como, con un seco crujido, la añosa puerta se cierra a sus espaldas, dejándolos sumidos en una casi total oscuridad.

Un débil resplandor ilumina la extraña escena. Sentados en círculo, los valerosos combatientes del clan, contemplan en silencio un pequeño fuego en el centro de la habitación, donde un negro caldero hierve llenando el ambiente de extraños vapores. A un lado de la hoguera, unos restos de hongo rojos confirman la sospecha de Luca acerca del contenido de la cocción. Luca se sienta, ocupando un lugar en el círculo. Un pequeño cuenco humeante es pasado de mano en mano, en fraternal ronda, bebiendo cada centinela un pequeño sorbo, y haciéndolo seguir su circular recorrido. El bárbaro, intranquilo, le habla al que está a su lado.

- Ché… decime… ¿De que te pega el té ese?¿Para que sirve?
- ¿Nunca lo tomaste? Uh está bueno… es un flá man…

Desde su otro lado, un arquero, agrega

-Mirá… el té ese que estamos tomando, te hace entrar en un estado místico… es como una apertura, viteh… estás en una forma de inconciencia que permite que tu Ush - Er, se comunique directamente con los otros Ush – Ers, es reloco …
- Aparte podes escuchar a los muertos… - dice alguien…

Alguien toca a Luca en el hombro. Al volver la cabeza, ve frente a sus ojos el cuenco, lleno de un rojo y burbujeante liquido. Lo sostiene con ambas manos y pasea su mirada por el círculo de brillantes y enrojecidos ojos que lo observan a la temblorosa luz de las llamas. De un único y decidido trago, vacía el contenido en su garganta, soportando apenas el amargo calor que se extiende por su interior. Algunos lo miran sonriendo, como animándolo en su primer experiencia con el poderoso té.

De pronto, empieza a escuchar en su cabeza una voz. Reconoce a su Ush – Er, el imprudente lanzador de golpes relámpagos. Pronto comienzan a sumarse otras voces, seguramente de los otros seres que animaban el espíritu de sus compañeros.

¿Qué profundas verdades manejarían estos habitantes del otro plano? ¿Qué misteriosos conocimientos detentaran, qué ignotos temas serán cotidiano material de intercambio entre esas mentes superiores? Luca se esfuerza por entender de qué hablan. Las palabras se ordenan en frases y de a poco comienza a captar el sentido, preparado a absorber la sabiduría desde la fuente misma.

- Hola petes.
- Kacé che
- Banquenmé que voy a mear…
- ptptptptptptp
- No revivas, no revivas
- Que grande boquita eh…

Los vidriosos ojos de Luca se abren inmensos de asombro ante las banalidades que escucha. Un único pensamiento cubre su mente.

- ¡La puta madre!

Capítulo XIII - Sorpresas



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