Luca

Luca es un Bárbaro del reino de Syrtis, en el mágico mundo virtual del juego Regnum On Line, de la empresa argentina NGD Studios.

Luca odia su rojo pelo, y este es el relato de sus aventuras en clave de humor.

(habilité los comentarios anónimos, así que escriban sin miedo... )

Capítulo XX - Esos raros peinados nuevos

Luca se vuelve sorprendido, al escuchar la voz femenina que lo llama. Contempla con incertidumbre, a la desconocida conjuradora que le sonríe, emarcado su rostro, en unos coquetos bucles rojos, que ondean con la suave brisa de la tarde.

- Lucaaaaaaaaa !!!

La voz le sueña extrañamente familiar, y tras unos instantes, la tosca mente del bárbaro se ilumina al reconocer tras la ensortijada cabellera, a Har, experimentada sanadora con quien compartiera innumerables batallas defendiendo el verde reino.

- Pero... Har...  - la limitada inteligencia del guerrero se esfuerza inútilmente, tratando de asimilar el brusco cambio de aspecto de quien ostentara, hasta el día de ayer, unos lacios cabellos, siempre recogidos en dos simpáticas colitas a los lados

- Tu pelo...  ¿¿¿ Cómo hiciste esooooo ???

La hechicera menea graciosamente la cabeza, haciendo rebotar elásticamente los bucles de su nueva y esponjosa melena, mientras le responde.

- ¿Viste que lindo ? Me lo hice en Rae. Hay un peluquero nuevo, ahi donde venden los caballos...

Sumándose a la conversación, Richox, gran curador de los Centinelas Nocturnos, incansable resuscitador del bárbaro, agrega.

- Mirá Luquita, justo para vos, que tanto rompés las pelotas con tu pelo...

Embestida. Retorno.

Mil ideas bullen bajo la áspera y odiada cabellera del guerrero, mientras esfuerza su desbocada carrera hacia la inmensa muralla que divide en el Reino Interno de la ahora siempre silenciosa Zona de Guerra. Contra toda esperanza, vislumbra al fin una salida a su cotidiano suplicio, a la pesada carga que le representa arrastrar consigo, el horrendo felpudo que corona su rústica figura.

Atravesando el frondoso bosque, llega al fin a la gigantesca puerta, donde un grupo discute airadamente.

- Dale, la puta que te paríó, vengan a dar una mano, que están las cabras en el tele !!!

- No puedo, campeón, estoy de guardia acá en la puerta...  se me arma un quilombo con los muchachos del sindicato...

El bárbaro, sin prestar atención a la disputa, atraviesa la colosal entrada, y corta camino por el desierto prado, rumbo a la cercana ciudad de Rareraia, la segunda en importancia después de la capital. Llega al fin, exhausto y acalorado, a la entrada occidental, donde se halla el herrero, rodeado de las preciadas monturas, un bien de lujo en la accidentada economía del reino.

Mientras recupera el aire, tras la desesperada carrera, contempla con asombro al nuevo habitante, que charla animadamente con un grupo de posibles clientes que lo rodea, entre alegres y aflautadas risas y exclamaciones.

El sujeto en cuestión, parece cumplir en demasía, las características del detestable estereotipo que tanta mala fama le hacía al verde reino. Bien es sabido, que asi como la voz popular adjudicaba a los enanos y cabras ser portadores de intolerables olores corporales, atribuyéndoles también repudiables prácticas interraciales en las solitarias y heladas noches del país de nieve; o el malicioso rumor nunca comprobado de que el exilio de los ignitas se debía en realidad a la afición de las elfas oscuras por las desmedidas jornadas de bronceo posibles solo en el rojo desierto, y al poco carácter de los tomates para oponerse a la voluntad femenina; era común entre los enemigos, referirse a cierto amaneramiento y delicadeza en las actitudes, sobre todos de los elfos y semielfos, del heroico reino de Syrtis.

Los ajustados pantalones de cuero, resaltando más alla de lo necesario los perfiles y contornos de ciertas partes que a juico del bárbaro hubieran estado mejor con una vestimenta más holgada, el lacio flequillo cayendo sobre los ojos, de un incierto color entre el rosa y el violeta, y por último, la equívoca postura y pomposos gestos del nuevo peluquero, harían sin duda las delicias de las malas lenguas de los enemigos.

Mas la misión que impulsa al bravo guerrero, lo lleva a contener su incomodidad ante el delicado artífice, y acerca su fornida figura al bullicioso grupo, que al verlo aproximarse, se abre hacia los lados, sumiendose en un expectante silencio.

- Wenas... - carraspea Luca, plantándose, heroico, frente al delicado personaje, que con un mohín, lo contempla de arriba a abajo, mientras esboza una extraña sonrisa.

- Hola lindo... que te trae por acá - le responde, inclinando coquetamente la cabeza hacia un lado.

Con un valeroso gesto, el guerrero se quita el pesado casco, dejando al descubierto, ardiente  bajo el sol, la sudorosa y enmarañada cabellera roja, causa de sus pesares, como una herida abierta, como una cruel burla del destino.

El semielfo, se lleva una mano a la boca, mientras ahoga una cristalina risa.

- Mi amor... - se compadece. - quien te hizo eso ?

- Es así, que se yo - contesta el bárbaro, comenzando a impacientarse, y tratando de alejar de su mente violentas imágenes de su pesado martillo cayendo sobre la cuidada melena del peluquero, que en ese momento se acerca, y caminando a su alrededor examina, cual si fuera una extraña alimaña, la roja cabeza.

- A ver, vení, sentate acá mi vida - le dice, indicandole una tosca silla en medio del recinto. Acomoda al pelirrojo, mientras pasa suavemente las manos por la nuca del guerrero. Luca aprieta la empuñadura de su espada de Satarco, tratando de dominar el impulso de rebanar la delicada extremidad del peluquero, que parece al fin haber terminado su examen.

- Mirá querido, la verdad.. está dificil, viste..... te podría hacer una tintura... algo en verde clarito o algun tonito pastel ... mmm ... pero yo la verdad.. te haría un corte distinto... un flequillo en punta, una permanente...

Luca traga saliva, tratando de imaginarse a si mismo con esas características. De pronto una ronca voz a su lado, le advierte con sorna.

- Preguntale cuanto te sale, je - dice el herrero, que contempla la escena recostado contra la pared.

El bárbaro cae repentinamente en cuenta, de que nunca había contemplado el tema de los honorarios, al embarcarse en el proyecto de deshacerce por fin de su karma.

- Mmm... claro.. ¿Y cuanto me saldría...  hacerme lo que decís?

- Y mirá lindo, estoy cobrando 4000 la tintura... y 4800 el corte ...

El bárbaro suspira aliviado, rebuscando en su bolsa donde guarda sus ahorros.

- Bueno, no hay problema, oro tengo de sobra.

El elfo suelta una aguda risita.

- No mi amor... oro no, ximerines...

El herrero estalla en una grosera carcajada, mientras exclama...

-  ¡Jua jua... con eso te compras un caballo de guerra !! .. ¡O te pintas la armadura... jua jua !

La cruel realidad se abate como un lllameante meteorito sobre el desconsolado bárbaro, que solo atina a lanzar al límpido cielo, un grito de angustia y desasosiego...

- La puta madre !!!



2 comentarios:

Diego Bertelli dijo...

GROSOOOOOOOOOOOOOOOOOOO JEJEJEJEJE

PD: ¿Por que te banearon?

Byron

Tuor dijo...

Sos groso, sabelo